Llegamos hasta mi calle y yo le sugerí que fuese a su casa,
pero se negó.
--Quiero saber dónde vives para poder acosarte por las noches
–me dijo guiñándome un ojo.
Me reí y le dejé llevarme hasta mi casa mientras me hacía
preguntas.
--¿Haces algún deporte?
--¿Me ves cara de deportista? –dije cruzándome de brazos.
--No, pero tampoco pareces la clase de persona que busca
problemas con sus compañeros –dijo levantando una ceja.
--Uh, ya estabas tardando en ponerte cotilla –dije yo –. Y
que lo sepas, yo no busco problemas, soy pacífica y suficientemente lista para
no meterme con matones más fuertes que yo, pero no es mi culpa si se me ve débil, que lo soy, y la gente busca solucionar sus
propios problemas metiéndose con una pobre chica que en clase se limita a leer
en un rincón de la clase, así que ahora no vengas con curiosidad, preguntando
por qué porque la respuesta es que yo no busco problemas, sino que los
causantes de éstos me buscan a mí.
--No hace falta que te pongas a la defensiva –dijo
levantando los brazos --. No he dicho en ningún momento que sea tu culpa, pero
tenía curiosidad porque no parece que busques pelea por ninguna parte, es más,
eres pequeña y yo diría que bastante pacífica, pero no puedo decir mucho porque
no te conozco desde hace mucho. Hablando de conocernos, ¿mañana irás al lago?
Eso lo dijo muy rápido y sin pararse a coger aire, lo cual
me dejó descolocada unos segundos hasta que analicé su última pregunta y dije:
--Siempre voy, necesito un lugar para leer tranquila y mi
casa no es exactamente esa definición –sonreí, pero por dentro me estaba
preguntando ‘¿Por qué le cuento estas cosas a un casi perfecto desconocido?’.
--A ver si adivino, la biblioteca es lo siguiente a caos
–aventuró él mientras llegábamos a mi casa y sacaba las llaves.
--Parece más bien un aeropuerto de aviones de papel que una
biblioteca, pero los libros no están mal –me encogí de hombros y conseguí abrir
la puerta --. Bueno, nos vemos mañana en el lago si apareces, adiós.
Le dediqué mi mejor sonrisa tímida y me metí en casa, apenas
oyendo su despedida cuando cerré la puerta a toda prisa.
Fui a la cocina a buscar una magdalena de chocolate que había
comprado esa mañana, pero en su lugar me encontré con mi hermano Álex y mi
hermana Alexia gritándose, lo cual era una de las razones por la que siempre me
escapaba al bosque a leer.
--¡Esa magdalena era mía! –gritaba Alexia.
Estar delante de Alexia y Álex cuando discutían era como si
hubiese un espejo ahí. Álex y Alexia eran gemelos –de ahí los nombres iguales,
mi madre estaba aún medio medicada por el parto y dijo los dos nombres que se
le ocurrieron primero, mi padre estaba demasiado nervioso para negarse--. Alexia le tenía verdadero asco al pelo largo
así que lo llevaba rapado menos el flequillo torcido, que siempre se le metía
en el ojo. Mi hermano lo tenía del mismo color que mi hermana, negro, y con el
mismo corte, solo que él tenía el flequillo un poco más corto que ella y el
resto del pelo más largo. Había gente que decía que Alexia era más masculina
que Álex, cosa de la que Alexia estaba bastante orgullosa porque era jugadora
de todos los deportes habidos y por haber. Álex también hacía deportes, aunque
Alexia era mejor.
Se fulminaron con sus azules ojos mientras yo cogía una
manzana, viendo que me había quedado sin magdalena.
Siempre me había preguntado por qué era tan distinta de mis
hermanos. Ellos eran gemelos, sí, pero eran exactos en todo, incluso en la cara.
Yo era muy distinta a ellos, en todo, porque donde ellos hacían fútbol,
baloncesto y todos esos deportes, yo bailaba. Bailaba de todo, tenía cinco
tardes a la semana reservadas al baile, lo cual era bastante agotador. Suerte
que en verano no tenía ninguna clase.
Ignoré a mis hermanos y subí a mi habitación. No tenía
hambre para cenar, así que no lo hice. Mis padres iban a pasarse el verano
fuera y yo me quedaba bajo la protección de mis hermanos, que tenían diecinueve
años, casi veinte.
Di vueltas por la cama intentando dormirme, me gustaba
dormir más de doce horas a veces y hoy era uno de esos días, más que nada por
todo lo que había pasado con Nuke.
Tengo que reconocer que yo no era sociable ni amigable y me
extrañaba que Nuke y yo hubiésemos congeniado. Pero a decir verdad yo me había
limitado a responder a sus preguntas y a echarle la bronca, así que seguramente
mañana no le vería.
Sí, era eso. Él había hablado conmigo por aburrimiento, no
le volvería a ver hasta septiembre, seguramente no volvería.
Estaba allí. Cuando llegué al lago con mi bolsa de libros y
una camiseta extra grande, Nuke estaba nadando. Había dejado sus cosas al lado
de mi árbol para que yo se las cuidase, así que me senté a empezar el libro que
había empezado anoche al ver que no lograba dormirme, cosa que no conseguí
hasta las ocho de la mañana. Dormí tres horas.
Me quedaban apenas veinte páginas del libro, así que acabé
rápido y me quité los zapatos, sentándome en la orilla no muy lejos de Nuke. Él
se acercó salpicándome y riendo.
--¡Buenos días por la tarde!
--Buenas tardes, Nuke.
--¿Te dio tiempo a empezar a leer anoche? –dijo señalando el
libro que yo ya había acabado.
--Sí, --digo moviendo los pies en el agua y salpicándole un
poco – no me podía dormir y empecé a leer.
--Oh, ¿tienes sueño? –me preguntó con una sonrisa que me
traería problemas.
--Un poco –dije bostezando.
--¡Yo te despierto!
Me tiró vestida al lago.
Cogió mis piernas con determinación y me arrastró dentro,
dejándome empapada.
--¿Qué, se te ha quitado el sueño? –me preguntó cogiéndome
por los hombros y llevándome al centro del lago para que no me escapase.
Di las gracias a mi mente dormida por haberme dado la idea de
ponerme el bikini debajo de la ropa normal y en cuanto Nuke me soltó lancé la
camiseta y los pantalones cortos a la orilla, hechos una bola.
Me daba una vergüenza mortal quedarme en bikini delante de
él, pero prefería eso a volver a casa con la ropa empapada, lo que daría a mi
hermana una pista de donde estaba cuando desaparecía durante horas todas las
tardes.
Buceé un poco, mirando el fondo del lago y acabé chocándome
contra Nuke debajo del agua, haciendo que saliese a la superficie a reírme a
carcajadas.
Sacó una mano a la superficie y yo se la cogí y me puse a
nadar, arrastrándole por el lago. Él sacó la cabeza del agua, pero no me soltó
la mano, estaba demasiado distraído riéndose.
Mientras nos reíamos, se iluminó el sitio justo debajo del
que estábamos nosotros. Una luz blanca azulada que iluminó todo el fondo marino
y que consiguió que Nuke y yo huyésemos despavoridos a la orilla cual paloma a
la que se le patea el suelo que tiene cerca.