sábado, 14 de septiembre de 2013

Capítulo 3—Palito, palito, palito.

Estábamos en la orilla. Habíamos huido del agua corriendo, pero eso no apagó la luz, que seguía encendida, iluminándonos. Empezaba a ser siniestro. Todo el lugar se había quedado completamente cubierto de esa luz. Los dos nos habíamos sentado en la orilla, queriendo alejarnos del agua, pero no de la luz, estábamos como hipnotizados. Alternábamos la mirada entre mirarnos mutuamente y mirar al lago. Creo que ni siquiera pestañeaba.
La luz se apagó tan rápido como se había encendido, dejándonos a ambos sorprendidos. Aún estaba el sol en el cielo, así que eso no era un problema.
--¿Has visto eso? –preguntó él con la voz temblorosa.
--¿La luz? Sí –asentí mirando el lago, como si fuese a volver a aparecer.
Negó con la cabeza, contrariado, como si intentase aclarar sus ideas.
--La luz no, hubo algo que pasó por delante de la luz, una sombra… --agitó la cabeza y me miró, habló más bajo—No sería nada.
--Creo que yo también lo vi –murmuré.
Era cierto, había visto una sombra alrededor de la luz, pero se la había tragado.
--Quizá eran algas –añadí esperanzada.
--Sí, quizá…
Era evidente que no se lo creía, pero siendo sinceros, yo tampoco creía que fuesen algas. Era una presencia demasiado compacta para ser unas simples algas.
--¿Volvemos? –pregunté, sonriendo.
--¿No deberías poner tu ropa a secar? –preguntó él a su vez, yendo hacia mis cosas y sentándose en una rama baja.
--¿Cuánto crees que tardará en secarse? –dije con una sonrisa empezando a asomar.
--¿Dejamos las preguntas?
--Sí, por favor –dije con una carcajada y colgué los pantalones y la camiseta de una rama, para que se secasen y me senté en una rama que enfrente de la de Nuke, algo más arriba.
--Volviendo al tema anterior, ¿qué crees que será la luz de antes? –preguntó mirando hacia arriba para verme la cara.
No lo sabía. Tenía muchas suposiciones, podrían ser muchas cosas, cada una más fantástica que la anterior, pero nada que realmente pudiese ser posible.
--No lo sé –murmuré finalmente--. Pueden ser muchas cosas.
--Tienes razón, pero…-- empezó a decir, pensativo—Bueno, da lo mismo.
Decidí no insistir y le pegué una patada desde mi rama.
--¿Esto por qué? –dijo levantando una ceja en mi dirección.
--Por tirarme al lago, simio de poco intelecto.
--En el fondo me quieres.
--¿Hay palabras más cariñosas que ‘’Simio de poco intelecto’’? –dije yo, intentando patearle de nuevo.
--Si las hay, no lo quiero saber.
Me cogió del pie e intentó tirarme de la rama, pero utilicé mi otro pie para desasirme  y le pateé la cara cariñosamente.
--Creo que te odio –dijo pasándose una mano por la cara.
Le sonreí ampliamente y cogí mi camiseta, poniéndomela.
--Sé que es pronto, pero hoy ha sido un día muy raro y ayer no dormí, ¿me acompañas al pueblo? –pregunté con la cabeza aún dentro de la camiseta. La saqué y me peiné con los dedos, girándome para ver que decía Nuke.
--Por supuesto, mi lady –dijo ofreciéndome el brazo.
--Te cogería el brazo, pero creo que puedes esperar a que me calce –reí abrochándome los pantalones, que ya me había subido previamente y poniéndome las chanclas.
--Ahora esperas tú a que me vista yo –me sacó la lengua y se giró hacia su ropa.
Le esperé intentando peinarme con los dedos. No lo conseguí, así que cuando acabó de vestirse cogí mis cosas, miré por última vez el lago y me di la vuelta para volver a casa con Nuke.

viernes, 2 de agosto de 2013

Capítulo 2-- Palito, palito.

Llegamos hasta mi calle y yo le sugerí que fuese a su casa, pero se negó.
--Quiero saber dónde vives para poder acosarte por las noches –me dijo guiñándome un ojo.
Me reí y le dejé llevarme hasta mi casa mientras me hacía preguntas.
--¿Haces algún deporte?
--¿Me ves cara de deportista? –dije cruzándome de brazos.
--No, pero tampoco pareces la clase de persona que busca problemas con sus compañeros –dijo levantando una ceja.
--Uh, ya estabas tardando en ponerte cotilla –dije yo –. Y que lo sepas, yo no busco problemas, soy pacífica y suficientemente lista para no meterme con matones más fuertes que yo, pero no es mi culpa si se me ve débil,  que lo soy, y la gente busca solucionar sus propios problemas metiéndose con una pobre chica que en clase se limita a leer en un rincón de la clase, así que ahora no vengas con curiosidad, preguntando por qué porque la respuesta es que yo no busco problemas, sino que los causantes de éstos me buscan a mí.
--No hace falta que te pongas a la defensiva –dijo levantando los brazos --. No he dicho en ningún momento que sea tu culpa, pero tenía curiosidad porque no parece que busques pelea por ninguna parte, es más, eres pequeña y yo diría que bastante pacífica, pero no puedo decir mucho porque no te conozco desde hace mucho. Hablando de conocernos,  ¿mañana irás al lago?
Eso lo dijo muy rápido y sin pararse a coger aire, lo cual me dejó descolocada unos segundos hasta que analicé su última pregunta y dije:
--Siempre voy, necesito un lugar para leer tranquila y mi casa no es exactamente esa definición –sonreí, pero por dentro me estaba preguntando ‘¿Por qué le cuento estas cosas a un casi perfecto desconocido?’.
--A ver si adivino, la biblioteca es lo siguiente a caos –aventuró él mientras llegábamos a mi casa y sacaba las llaves.
--Parece más bien un aeropuerto de aviones de papel que una biblioteca, pero los libros no están mal –me encogí de hombros y conseguí abrir la puerta --. Bueno, nos vemos mañana en el lago si apareces, adiós.
Le dediqué mi mejor sonrisa tímida y me metí en casa, apenas oyendo su despedida cuando cerré la puerta a toda prisa.
Fui a la cocina a buscar una magdalena de chocolate que había comprado esa mañana, pero en su lugar me encontré con mi hermano Álex y mi hermana Alexia gritándose, lo cual era una de las razones por la que siempre me escapaba al bosque a leer.
--¡Esa magdalena era mía! –gritaba Alexia.
Estar delante de Alexia y Álex cuando discutían era como si hubiese un espejo ahí. Álex y Alexia eran gemelos –de ahí los nombres iguales, mi madre estaba aún medio medicada por el parto y dijo los dos nombres que se le ocurrieron primero, mi padre estaba demasiado nervioso para negarse--.  Alexia le tenía verdadero asco al pelo largo así que lo llevaba rapado menos el flequillo torcido, que siempre se le metía en el ojo. Mi hermano lo tenía del mismo color que mi hermana, negro, y con el mismo corte, solo que él tenía el flequillo un poco más corto que ella y el resto del pelo más largo. Había gente que decía que Alexia era más masculina que Álex, cosa de la que Alexia estaba bastante orgullosa porque era jugadora de todos los deportes habidos y por haber. Álex también hacía deportes, aunque Alexia era mejor.
Se fulminaron con sus azules ojos mientras yo cogía una manzana, viendo que me había quedado sin magdalena.
Siempre me había preguntado por qué era tan distinta de mis hermanos. Ellos eran gemelos, sí, pero eran exactos en todo, incluso en la cara. Yo era muy distinta a ellos, en todo, porque donde ellos hacían fútbol, baloncesto y todos esos deportes, yo bailaba. Bailaba de todo, tenía cinco tardes a la semana reservadas al baile, lo cual era bastante agotador. Suerte que en verano no tenía ninguna clase.
Ignoré a mis hermanos y subí a mi habitación. No tenía hambre para cenar, así que no lo hice. Mis padres iban a pasarse el verano fuera y yo me quedaba bajo la protección de mis hermanos, que tenían diecinueve años, casi veinte.
Di vueltas por la cama intentando dormirme, me gustaba dormir más de doce horas a veces y hoy era uno de esos días, más que nada por todo lo que había pasado con Nuke.
Tengo que reconocer que yo no era sociable ni amigable y me extrañaba que Nuke y yo hubiésemos congeniado. Pero a decir verdad yo me había limitado a responder a sus preguntas y a echarle la bronca, así que seguramente mañana no le vería.
Sí, era eso. Él había hablado conmigo por aburrimiento, no le volvería a ver hasta septiembre, seguramente no volvería.

Estaba allí. Cuando llegué al lago con mi bolsa de libros y una camiseta extra grande, Nuke estaba nadando. Había dejado sus cosas al lado de mi árbol para que yo se las cuidase, así que me senté a empezar el libro que había empezado anoche al ver que no lograba dormirme, cosa que no conseguí hasta las ocho de la mañana. Dormí tres horas.
Me quedaban apenas veinte páginas del libro, así que acabé rápido y me quité los zapatos, sentándome en la orilla no muy lejos de Nuke. Él se acercó salpicándome y riendo.
--¡Buenos días por la tarde!
--Buenas tardes, Nuke.
--¿Te dio tiempo a empezar a leer anoche? –dijo señalando el libro que yo ya había acabado.
--Sí, --digo moviendo los pies en el agua y salpicándole un poco – no me podía dormir y empecé a leer.
--Oh, ¿tienes sueño? –me preguntó con una sonrisa que me traería problemas.
--Un poco –dije bostezando.
--¡Yo te despierto!
Me tiró vestida al lago.
Cogió mis piernas con determinación y me arrastró dentro, dejándome empapada.
--¿Qué, se te ha quitado el sueño? –me preguntó cogiéndome por los hombros y llevándome al centro del lago para que no me escapase.
Di las gracias a mi mente dormida por haberme dado la idea de ponerme el bikini debajo de la ropa normal y en cuanto Nuke me soltó lancé la camiseta y los pantalones cortos a la orilla, hechos una bola.
Me daba una vergüenza mortal quedarme en bikini delante de él, pero prefería eso a volver a casa con la ropa empapada, lo que daría a mi hermana una pista de donde estaba cuando desaparecía durante horas todas las tardes.
Buceé un poco, mirando el fondo del lago y acabé chocándome contra Nuke debajo del agua, haciendo que saliese a la superficie a reírme a carcajadas.  
Sacó una mano a la superficie y yo se la cogí y me puse a nadar, arrastrándole por el lago. Él sacó la cabeza del agua, pero no me soltó la mano, estaba demasiado distraído riéndose.

Mientras nos reíamos, se iluminó el sitio justo debajo del que estábamos nosotros. Una luz blanca azulada que iluminó todo el fondo marino y que consiguió que Nuke y yo huyésemos despavoridos a la orilla cual paloma a la que se le patea el suelo que tiene cerca.

lunes, 29 de julio de 2013

Capítulo 1-- Palito

Todo empezó en julio, tenía quince años. Por entonces no era como soy ahora, era bastante peor.  Las sudaderas  de invierno eran sustituidas por camisetas grandes de manga corta en verano, lo cual tampoco era muy deseable. Mi pelo era igual que ahora, pero siempre lo llevaba recogido en una trenza. Los bailes del instituto solían ser cuando me ponía más elegante, cambiando la trenza por coleta y la sudadera  con vaqueros  y deportivas por unos vaqueros más nuevos,  una camiseta larga y unas bailarinas. No era muy femenina, no al menos del tipo de fémina que anda con tacones como si fuese descalza y llevaba vestidos y faldas sin preocuparse de olvidarse de mantener la compostura mientras lee. Pero era una chica, al menos eso ponía en mi carné de identidad. Y que yo recuerde, no me hice una operación de cambio de sexo entre los quince años y ahora.
Ese día caminé por el bosque que había a media hora en coche de mi casa vestida con una camiseta de tirantes y unos pantalones cortos, la cosa más veraniega que me podía poner porque sabía que no me encontraría a nadie. No me gustaba llevar ropa de mi talla porque  estaba muy delgada y mis compañeros, unos retrasados mentales insufribles, tenían la costumbre de llamar anoréxica a toda persona que pesara menos de cuarenta y cinco quilos. Yo pesaba cuarenta por entonces, lo cual no era culpa mía, sino de un estrés que, por cierto, provocaban ellos.
Caminé por el bosque buscando un claro perfecto para leer que había encontrado hacía un par de días. Había memorizado el camino de memoria. Izquierda en el panal de abejas, derecha en el matorral de bayas y girar en las marcas que había hecho con tiza en varios árboles y ya estaba.
Pero al llegar no estaba todo como antes.  Es decir, antes era un prado y en ese momento era un lago. Antes había flores y hierba por todas partes, ahora había un lago. Extraño, ¿verdad? Pero yo me limité a pensar que me había equivocado al girar y me fui a la sombra de un árbol a leer, como hacía siempre que iba al bosque. Miré el reloj, como hacía siempre antes de abrir un libro y vi que eran las cuatro y media. Solía huir de mi casa a las cuatro para no ser acosada por mis primas mayores, de dieciocho, que insistían en usarme de muñeca desde que tenía trece años, que fue cuando empecé a venir al bosque. Abrí el libro y me metí en la lectura de lleno, por la página cincuenta.
A las siete acabé el libro y lo cerré, limpiándome las lágrimas. Odiaba realmente cuando los protagonistas morían, a no ser que fuese un protagonista repelente. Miré hacia arriba, apartando la vista de la portada del libro y le vi. Era un chico de pelo castaño, corto y ojos de un color indefinido entre marrón, gris y verde. Su bañador era azul y no llevaba camiseta, claramente llevaba un rato ahí sin verme.
Le ignoré y saqué unos pañuelos de mi bolsillo, me limpié las gafas, me quité las lágrimas de las mejillas y me soné la nariz, con lo que se dio cuenta de que estaba ahí. Me miró desde donde estaba, a unos veinte metros de mí y sonrió.
--¿Acabas de llegar o realmente te camuflas muy bien? –me gritó.
Su voz era francamente dulce y bonita.
--¡Me camuflo bien! –le grité como respuesta y guardé el libro en la bolsa.
--No te vi, en serio --dijo y se acercó a mí con su bolsa en la mano --. ¿Cómo te llamas?
--Naiss –susurré.
--Nuke, encantado –dice y me tiende una mano, que yo le estrecho.
--¿Te vas a bañar? –me pregunta y señala el lago con la cabeza.
En ese momento, me arrepentí de llevar una camiseta de mi talla. Vale, Nuke no tenía mucha pinta de ser como cualquier compañero mío, pero nunca se sabía.
--Ah, no, he venido a leer –dije sonriendo y levanté uno de mis libros.
--Ah, bueno –dijo él --. ¿Me podrías cuidar las cosas?
--Claro –dije yo.
Dejó su bolsa a mi lado y yo seguí leyendo, pero no lograba concentrarme. Seguramente ese chico era nuevo en el pueblo, puesto que no le había visto nunca. Hacia la página setenta, me harté de intentar leer y miré hacia el lago, donde estaba Nuke nadando en el agua. En un momento dado, vi que se hundía y que salía chapoteando, volviendo a hundirse, como si algo le tirase hacia abajo. Hice lo que habría hecho todo el mundo, supongo. Me lancé corriendo al agua y nadé hacia él. Al llegar a su lado, noté algo en mis pies, pero esperé que fuesen algas, a pesar de que al mirar hacia abajo no lo parecían. Le saqué a la superficie y le ayudé a llegar a tierra firme.
--Gracias, me has salvado –murmuró y tosió repetidas veces.
--Nada, Nuke—susurré yo y me senté en la hierba. Estaba empapada, pero con el calor que hacía casi lo agradecía, a decir verdad.
Nos quedamos un rato en silencio, yo no tenía nada que decir y él ya me había dado las gracias. Al final me levanté del suelo y me sacudí la hierba del trasero.
--Será mejor que vaya a casa ya, son las ocho –dije.
No mencioné que la hora normal a la que me iba eran las nueve y media porque a esa hora no tenía que encontrarme con ningún conocido. Él se encogió de hombros y fue a por su bolsa en lo que yo me escurría el pelo. Trajo también mis cosas y me las dio. Le di las gracias y caminamos por el camino prácticamente inexistente que recorría el bosque.
--Gracias, en serio, no sé qué habría pasado si no hubieses estado ahí –dijo él para romper el silencio.
--Pues probablemente ahora serías un cadáver lleno de agua, arrugado y feo–dije encogiéndome de hombros.
--¿Feo? –dijo llevando una mano a su boca y haciéndose el ofendido.
--¿Los cadáveres pueden ser sexys? –dije yo.
--Yo sería un cadáver sexy –dijo él poniendo los ojos en blanco, como si fuese un hecho comprobado.

Seguimos caminando hasta que llegamos a la plaza, donde él siguió recto. Crucé los dedos y cierro los ojos para que ellos no estuviesen ahí, pero estaban. Estaban sentados al lado de la fuente, la mayoría pegados a los móviles, otros besándose con tanta pasión que temí que se cayesen al agua. Y con temí quiero decir que lo estaba deseando.  Al verles intenté esconderme al lado de Nuke. Pero me vieron igualmente, y me gritaron:
--¡Naialiss!
Rieron. Mi nombre completo es Naialiss, pero lo odio, así que me llamaban así. Les odiaba, mucho.
Uno me silbó y gritó:
--¡Feto!
Nuke me miró interrogante, pero simplemente seguí caminando y él me acompañó hasta pasar la plaza.
--¿Son tus compañeros de clase? – preguntó él --¿Tendré que ir a clase con esos engendros?
--Sí, son mis compañeros. Y no, no todos son así. Se salvan dos chicas y un chico. Ethan, Noemí  y Rine.
--¿Y por qué son así?

--Porque quieren. O porque pueden. Tengo muchas teorías sobre la subnormalidad humana, pero necesitaría una investigación completa para averiguarlo.

sábado, 27 de julio de 2013

Prólogo

Me llamo Naiss y solo os voy a hacer una advertencia: No os acerquéis al agua. Acabaría este libro aquí, pero sé que si no tenéis ninguna explicación, os entrará más curiosidad. Os voy a contar mi historia. Como toda historia, tiene sus momentos bonitos. Pero perdí muchas cosas en el camino.
Perdí muchas cosas para llegar hasta aquí e, incluso ahora, no tengo mucho tiempo. Sé que voy a morir tarde o temprano. O eso supongo, porque no tengo fuerzas para luchar. Así que me entregaré y probablemente no moriré, simplemente me mantendrán encerrada en una jaula sub… esperad, mejor espero a que leáis.
Antes de escribir mi historia, os voy a decir algo: el agua es mala. Podéis creer que os ayuda a concentraros, que al nadar tienes ideas, que te diviertes en ella, pero al final el agua te traiciona. Créeme.
Yo al principio también pensaba así. Es más, descubrí un lago que salió de la nada y decidí explorarlo  con un chico al que no conocía de nada solo porque era mono. El lago era precioso, el chico adorable, su bañador azul francamente sexy y yo estaba de buen humor. ¿Qué podía salir mal?
Vosotros podéis pensar eso, pero salieron mal muchas, muchas cosas.  Lo cierto es que al principio todo iba bien. Hice amigas allí. Todo fue bien hasta que… Bien, mejor os lo cuento con la historia. Lo cierto es que yo soy la primera que odia que le adelanten los capítulos de una novela, que le digan qué personajes mueren y cuando pasa cada cosa.
Quizá me parezca a ti, ahora que lo pienso.  Mi pelo es moreno, largo. Sedoso, incluso, aunque no hago nada para cuidarlo. Las puntas son azules por amor al agua, un amor que se me quitó con el tiempo. Tengo un ojo azul y otro marrón, pero no os puedo decir cual es azul y cual es marrón porque cambian de color según mi humor. Me gusta leer y abrazar peluches. Tengo dieciséis años, no me gusta coquetear, soy tímida, mido un metro sesenta y hablo poco de todo menos de libros. Me gusta la música, cualquier tipo de música. Una adolescente bastante normal, pensaréis. Pero no lo soy. Tengo poderes, poderes que te asustarían, poderes que te harían temblar.
Me gustaría poder decir que ahora mismo tengo esperanzas de que Nuke no sea un traidor. De que todo lo que pasé por y con él sean mentiras. Podría decirlo, pero no me creería. Simplemente quiero seguir adelante. Pero no quiero sobrevivir, no sin él. O sí. No sé lo que quiero.
Date duchas de cinco minutos, no nades, no vayas a la playa, pero evita el agua.


Os contaré la historia, de principio a fin, con detalles. Pero no ahora. Voy a prepararme un sándwich de Nocilla, no quiero morir con el estómago vacío.

Sinopsis

Naiss era una chica normal, o eso creía. Había pasado más que muchas chicas de su edad, pero ella no tenía nada de raro. Pero un día, un prado se transforma en lago, lo deprimente que era todo pasa a ser genial, pasa de estar sola casi todo el día a estar siempre con Nuke, de ir al bosque a leer a leer en otros mundos... Lo normal en una chica, resumiendo. Pero de repente todo cambia y ella empieza a escribir un libro, contando los secretos del agua, mientras hace una cuenta atrás con el tiempo que le queda de vida.